Por: Eduardo Uribe
Me dirán desproporcionado, blasfemo o quizás loco, como le decían a él, pero hoy, se fue el último hijo de Zeus ( El padre de los dioses griegos) y Hera (su legítima esposa), porque Maradona era un semi Dios griego, para no molestar a las otras religiones y sus dioses más espirituales.
Paradójicamente, nuestro gran ídolo ya había muerto aquel día contra Grecia en el Mundial de Estados Unidos, cuando metió su último gol y luego salió de la mano de aquella enfermera quien lo llevó al cadalso y nos privó para siempre de verlo más en los mundiales, donde solo los verdaderos inmortales dejan su legado.
Diego fue la luz del fútbol, la luz más radiante, bella, intensa y cegadora que hubo, y también fue sombra, esa que da miedo, terror y que nubla la vista hasta creer que estamos ciegos.
Diego fue el todo, pero también fue la nada y eso sólo lo logra una fuerza mágica y sobrenatural que nos cobijará por el resto de la historia de ese maravilloso juego que amamos, a veces y que odiamos, otras tantas.
Diego fue ejemplo con la pelota, con su garra, con su orgullo patrio y por sus logros con equipos que no eran tan poderosos, pero también fue ejemplo de lo que no se puede hacer y de cómo la vida les da a los más pobres y luego les quita y aterriza a los soberbios que pierden su humildad.
Se fue Diego, el mortal y nos queda Maradona, el mito.
Buen viaje!
