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“¿Y ahora quién podrá defenderme?”: Desde el alma, un espacio donde la razón y la emoción conversan con honestidad

Mi socorro viene del Señor. Del mismo Dios que hizo maravillas. Él es mi sustento. Él es mi defensa. Él es mi alegría.

Por: Mauricio Molinares

Pertenezco a una hermosa generación que creció viendo a Roberto Gómez Bolaños. Un hombre que no solo fue comediante, sino un brillante dramaturgo que entendió el alma humana y creó un superhéroe distinto: real, frágil, con temores… pero honesto, valiente y noble.

Uno de mis personajes preferidos de la infancia fue El Chapulín Colorado. Aquel antihéroe entrañable, de antenitas de vinil, chipote chillón y corazón bueno, que aparecía siempre que alguien en apuros clamaba con angustia: “¿Y ahora quién podrá defenderme?”.

Esa pregunta, aunque caricaturesca, ha resonado más de una vez en mi alma… ya no como un juego, sino como un susurro real en medio de las pruebas de la vida. “¿Y ahora quién podrá ayudarme?”.

Yo conozco el sabor de la angustia. Y sé lo que se siente levantar los ojos al cielo y decir:
“¿Quién podrá ayudarme?”, “¿Quién podrá defenderme?”.

Déjame decirte que Dios mismo ha sido mi respuesta.
Él ha coronado mi vida de paz y de bien.
Su socorro es más que suficiente.

Y cuando esa pregunta vuelve a mí, la respuesta también lo hace. Es un salmo que me lo recuerda con ternura y poder. Un salmo que lo dice todo:

Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra.
No dará tu pie al resbaladero,
Ni se dormirá el que te guarda.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
Jehová es tu guardador;
Jehová es tu sombra a tu mano derecha.
El sol no te fatigará de día,
Ni la luna de noche.
Jehová te guardará de todo mal;
Él guardará tu alma.
Jehová guardará tu salida y tu entrada
Desde ahora y para siempre. (Salmo 121).

Ufff… Amén.
¿Quieres más?

Hoy ya no me lo pregunto con angustia.
Hoy lo proclamo con certeza.

Mi socorro viene del Señor.
Del mismo Dios que hizo maravillas.
Él es mi sustento. Él es mi defensa. Él es mi alegría.

Y aunque esta vez no vino el Chapulín… vino Dios.
Y cuando Dios se aparece, no queda angustia que resista, ni tristeza que se quede.

Porque cuando Dios llega, el alma canta, la esperanza se levanta, y lo imposible empieza a ceder.

Así que si hoy estás en medio de la prueba, solo repite conmigo:
“Mi socorro viene del Señor.”
Y sigue caminando.
Sigue caminando.
Canta, baila, alaba a Dios.

“¿Y ahora quién podrá ayudarme?”
Ya tienes la respuesta.

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