“Aunque pase el tiempo siempre estás conmigo. Te amo y extraño”, expresó este sábado Clara Cabello.
Tres décadas después siguen rondando muchas preguntas sin respuesta en torno al homicidio de Rafael Orozco, el cantante nacido en Becerril, Cesar, que se convirtió en uno de los mayores exponentes del vallenato de Colombia.
El 11 de junio de 1992 el camino lleno de éxitos de la voz líder del Binomio de Oro terminó al sonar nueve disparos en el solar de su vivienda en Barranquilla, la capital del Atlántico.
Varias son las teorías que rondan su asesinato, como aquellas en las que resalta el nombre de María Angélica Navarro Ogliastri, con quien tuvo una relación sentimental, pese a estar casado con Clara Cabello, y por quién habría ordenado su muerte José Reynaldo Fiallo Jácome, narcotraficante que pretendía a Navarro.
También, sonó con gran fuerza, a raíz del testimonio de un exsicario del Cartel de la Costa que, presuntamente, Orozco llevaba cuatro años vinculado a esa organización delictiva “lavando dólares cuando viajaba a presentaciones en el exterior” y fue asesinado por la pérdida de tres acordeones cargados con millones de dólares. Esta versión fue rechazada rotundamente por la familia del cesarense.
Pero más allá de las razones por las que fue asesinado, las manchas que acecharon su reputación y el gran nubarrón que nubló su brillante carrera, su fanaticada solo ha tenido algo seguro a través de todos estos años y es que Rafael Orozco dejó un legado musical imborrable.
La Alcaldía de su natal Becerril le rindió el 10 de junio, en víspera del 30 aniversario de su muerte, un homenaje titulado “Rafael Orozco, 30 años sin nuestro ídolo”, llevado a cabo en la plaza principal.
Sumado a los numerosos homenajes que le han rendido en las últimas horas en emisoras, diarios y páginas web, haciendo sonar su voz para que Rafa nunca deje de cantar.
