Se ha creado el falso imaginario que la noche es la culpable de la propagación del virus, como si en el día bajo los calientes rayos del sol, el COVID-19 tomara un ‘break’ para descansar de su maratónica carrera de contagios.
Por: Andy Berrío.
Con el fin de impedir el imparable paso de la pandemia por el mundo se establecieron en Asia y Europa medidas que luego fueron imitadas en Colombia, sin embargo, no todas las realidades económicas y sociales son iguales. El nuestro es un país de informalidad, donde además gran parte de la fuerza laboral está constituida por pequeños negocios que sustentan a millones.
Nuestra realidad matutina en medio de los toques de queda está compuesta por centros comerciales repletos, transporte público abarrotado, gimnasios llenos e infinidad de tiendas de barrio que generan un constante e inevitable contacto físico; toda esta aparente normalidad produce una falsa y peligrosa confianza que nos lleva a pensar que frecuentar este tipo de locales durante el día es menos riesgoso.
¿Qué estudio científico demuestra que el virus se propaga más fácilmente en un centro comercial que funciona en la noche que en el día? O ¿acaso la propagación del COVID-19 aumenta en los locales de comidas rápidas con la luz de la luna?
Desafortunadamente hemos vestido la noche con un velo de discriminación, impactando negativamente la mayoría de negocios nocturnos de tiendas, locales de comida rápida e innumerables tipos de pequeños emprendimientos, muchos de ellos informales que claman desesperadamente para ser tenidos en cuenta a la hora de definir las medidas restrictivas que han llevado a miles de microempresarios y sus empleados a la ruina.
¿Por qué no tener algunos días toques de queda diurnos que le permitan al sector productivo nocturno comenzar a recuperar sus finanzas y renacer de la bancarrota en la que yacen muchos sumidos? o ¿por qué no tener algunos toques de queda diurnos entre semana y sin restricción de abrir en la noche los fines de semana?
No promuevo mayor contacto social, solo medito sobre estrategias justas e innovadoras que permitan bajo los protocolos de bioseguridad que los negocios nocturnos excluidos y en quiebra reciban un aliento por parte de aquellos que definen estas restricciones desde lo político y administrativo, en medio de la que posiblemente sea la peor crisis financiera que hemos experimentado desde la Segunda Guerra Mundial.
