Muchos futboleros, quienes no hacen parte de estos movimientos, compaginan en sus dictámenes que “no contribuyen en nada”.
Por: Iván Peña Ropaín.
El hecho noticioso que se roba todas las opiniones periodísticas en el país fue el colérico desmán que se dio, la noche del domingo 16 de abril, en el Atanasio Girardot de Medellín, donde integrantes de la ‘barra brava’ ‘Los Del Sur’ desencadenaron una batalla campal con la policía al interior de ese estadio en protesta porque las directivas de Atlético Nacional decidieron retirarles la ayuda económica que venían ofreciéndole para diversas actividades como las fiestas que armaban en las graderías con banderas, tifos y extintores, con entradas gratis, patrocinio de viajes a otras ciudades y temas de logística a la hora de jugar como locales, entre ellos evitar que le pasara algo malo a la hinchada visitante.
Para aquellos quienes ven y disfrutan esta bella disciplina de otra manera, como por ejemplo: En familia, un momento para estar entre amigos o como lo que es, un simple deporte, lo que no les quita la posibilidad de también alentar con pasión, tales ‘barras bravas’ no le aportan nada al club, al contrario, lo que causan es que las gentes no vayan a los estadios o no puedan entrar en las graderías en las que se sitúan porque pueden ser objeto de robo o hasta podrían perder sus vidas. Eso sin mencionar los millones que deben pagar los equipos por las sanciones económicas que les imponen por los comportamientos bélicos de los ‘barristas’.
La violenta gresca, que si bien no arrojó heridos o detenidos pero sí millonarias pérdidas económicas por los destrozos en ese escenario y que bordean los mil millones de pesos, volvió a poner en el paredón de la percepción pública y de aquellos futboleros que no hacen parte de esos movimientos ‘barrísticos’ la pregunta: ¿Son indispensables las denominadas ‘barras bravas’, qué le aportan estas al fútbol y al club que apoyan?.
Estas personas (los que no son barras) en las redes sociales se manifiestan y coinciden a cada rato, más cuando se dan estas situaciones de alteración del orden público en los estadios de Colombia, que se debe acabar con ellas (barras) porque son más las cosas negativas que producen que las positivas, sin desconocerles las fiestas que arman desde las graderías, principalmente, en las de sur y norte, que son en las que se sitúan, pero que lo poco bueno que hacen lo destruyen cuando crean caos enfrentándose entre sí o con facciones de otros clubes, entre otros comportamientos más de corte vandálico, tal como lo han señalado en ocasiones las mismas autoridades policial y gubernamental.
Otros también se interrogan sobre el por qué los clubes, así como las alcaldías y gobernaciones de las regiones donde hay escuadras profesionales, han permitido que el “enano se les crezca” y no han sentado un precedente como erradicarlas o, por lo menos, evitar que se apropien de tribunas en los espacios futboleros.
Eso último es una vetusta interpelación a la que ningún dirigente de club, alcalde o gobernador le ha dado una respuesta lógica, pese a que cada que se habla de “fútbol en paz” no pasa mucho tiempo para que vuelva a relucir la realidad y se registren noticias de heridos, muertes y desordenes propiciados por las ‘barras bravas’.
