La programación se adornó con escritores, artesanos y colores intensos.
Por: Laura Rocco
En el marco de las fiestas patronales de Santo Tomás, Atlántico, en la mañana del pasado domingo 18 de septiembre partí desde Barranquilla hasta el municipio para conocer la nueva apuesta de los tomasinos a nivel cultural: literatura y flores a cambio de corralejas.
Las fiestas de toros, con raíces en los corazones de muchos habitantes de este territorio, fueron dejadas a un lado esta vez atendiendo el clamor por el respeto a la vida de los animales y de las mismas personas.
El pulmón verde del Atlántico tuvo que volver a fijarse en el talento de sus escritores, artesanos y cocineros, con el impulso de la Gobernación del Atlántico y, especialmente, con la fuerza de voluntad de sus habitantes para reinventarse.
Siendo sincera, nunca había ido a Santo Tomás, pero encontré allí el mismo calor, cariño y amabilidad que en otros municipios del departamento como Juan de Acosta y Luruaco, la tierra de la arepa de huevo.
Mi primera parada fue en el Monumento al Libro, estructura que reposa en Santo Tomás desde la década de los 70, cuando el pueblo apenas estaba conformado por ocho o diez calles.
“Los jóvenes de la época crearon clubes culturales que trascendieron, uno de los más importantes fue el Club Social El Recreo, este estuvo conformado por personajes del pueblo que en el año de 1976 colocaron aquí este monumento”, me contó José Pizarro, actor de teatro del municipio.
Pizarro estaba ubicado junto al monumento y una vieja máquina de escribir, este era el primer punto de un recorrido planeado para vivir la feria. Allí, él instruía a los visitantes, les pedía que escanearan un código QR para que contestaran una pregunta y, después de hacerlo, supieran cuál era el siguiente puesto al que debían ir.
Dejé el monumento y atravesé hacia el Parque El Recuerdo, adornado por artesanos, entré a la cancha donde tenían un punto para el intercambio de libros, actividades de inclusión, puesto para fandom, venta de obras de arte y zonas de niños.
Hasta allí llegó la gobernadora del Atlántico, visitó los distintos espacios y se dirigió a los medios de comunicación para que transmitieran su mensaje de alegría porque “en Santo Tomás la gente decidió dejar atrás las corralejas y cambiarlas por la gran feria de libros”.
“Quiero felicitar a los tomasinos porque han acogido esto con un entusiasmo impresionante, mucha gente ha llegado, de todas las edades, y ha sido lindo porque creo que nos estamos encontrando con una nueva oportunidad como la Feria del libro y ya no estamos exponiendo a los animales ni mucho menos a los visitantes que llegaban a las corralejas que cobraron muchas vidas históricamente, no solo aquí sino en los otros municipios”, dijo Noguera de la Espriella.
Una vez visité los stand de la cancha y otros afuera de ella recorrí en motocarro los demás sitios dentro de la ruta de la Feria del Libro, como la Cruz Vieja, donde se construyó la primera iglesia de Santo Tomás, y la Biblioteca municipal José Bolaños de la Hoz.
De allí partí a conocer el otro atractivo turístico activo durante las fiestas patronales, el campo de girasoles en el Jardín de Oriente, localizado en la intersección de la variante Santo Tomás-El Uvito.
Allí me dejé cautivar por la naturaleza, los girasoles que se vestían de varias tonalidades y la atención de emprendedoras, pertenecientes a la Red de Mujeres Pensando en Grande, que ofrecían los productos hechos con sus manos, como artesanías, postres y bebidas.
Agotado el tiempo tuve que partir, habiendo vivido una experiencia maravillosa y feliz de que esta haya quedado plasmada en mis letras, mis fotografías, mi memoria y mi corazón.
