Otros de los que por ahí podrían gozar de un buen balance son: el volante de marca Didier Moreno, el también cancerbero Jefferson Martínez y en este último tiempo el central Nicolás Zalazar.
Por: Iván Peña Ropaín.
La campaña del Junior de Barranquilla este 2024, sinceramente, fue horrible, más allá de que tanto en las ligas 1 y 2 se metió a la instancia de cuadrangulares semifinales. Su fofa manera de jugar, su fútbol sin ideas y bastante simplón, así lo determinan.
En todas sus líneas la irregularidad fue notoria, la intermitencia en cuanto a la manera de jugar de los futbolistas no le permitió al equipo exponer un rendimiento que abdujera al juniorista, lo que también llevó a que muchos no fueran al estadio Metropolitano a alentar.
Si nos ponemos a evaluar jugador por jugador, esta nota se haría interminable, mejor se resume que más del 90% del plantel tuvo una rentabilidad futbolística bastante baja, tirando a anodina.
En ese gris trasegar, hay que sacar de mencionado porcentaje a dos o cuatro jugadores que fueron parte de la nómina principal, siendo estos el arquero uruguayo Santiago Mele, el volante de recuperación chocoano Didier Moreno, el arquero antioqueño Jefferson Martínez, el central argentino Nicolás Zalazar u otro que ustedes deseen mencionar, aunque se ve muy difícil ello.
Pero quien sí no tiene discusión por su entrega y punto álgido mostrado en cancha es Mele, pieza clave en muchos de los partidos que tuvo con el Tiburón, salvándolo cuando se le requería.
El golero “charrúa” jugó 12 partidos durante el segundo semestre, recibió mismo número de tantos y sacó su valla invicta en cuatro oportunidades. Mientras, en lo que fue la fase de cuadrangulares semifinales, estuvo bajo los tres postes en cinco cotejos, viendo ocho anotaciones y sin arco en cero, porque en el choque que le ganó Junior uno a cero al América en la fecha 1, el cancerbero fue Jefferson Martínez.
Pero más allá de todo, Santiago Mele, por el rendimiento elevado y determinante que tuvo en el 2024, así no le parezca a algunos hinchas, es de los poquísimos que debería quedarse ante el lógico “barrejobo” que se debe dar en la institución ‘currambera’ con miras al 2025.