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Ruta Cultural del Día de las Ánimas en Tubará: una lucha por preservar la tradición

El municipio es un gran centro ceremonial que conecta lo histórico, ancestral, divino y sagrado.

Por: Laura Rocco

“Vamos a bendecir al señor, nosotros los hijos de Dios“, dijo el sacristán Antonio de la Cruz que debían entonar en coro quienes deseaban ingresar al cementerio municipal de Tubará, Atlántico.

Junto a varios colegas me dirigí al municipio el pasado 1 de noviembre para conocer más sobre el día en que allí realizan la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos que, tradicionalmente, los católicos desarrollan el 2 del mismo mes.

Parroquia San José de Tubará. Foto: Laura Rocco

La iglesia establece que sea el segundo día del mes once en el que se ore especialmente por los que partieron de la vida terrenal para que sus almas puedan ser purificadas y descansen en paz; sin embargo, aprendí que año tras año los tubareños hacen dicha conmemoración el 23 de noviembre, por razones especiales.

Plaza de las Madres en Tubará. Foto: Laura Rocco

Nunca había ido a Tubará, pero estuve bien orientada con la ayuda de quienes organizaron esta primera Ruta Cultural del Día de las Ánimas, la Escuela de Artes para la Paz, el grupo Alquimista Morado y Vigía del Patrimonio Cultural, con el apoyo de PCtours, Brilla, Air-e y la Gobernación del Atlántico, unidos para intentar cautivar a los atlanticenses con las tradiciones que visten al municipio este mes.

Durante el recorrido visitamos la Plaza de las Madres, la Parroquia San José, la Piedra del Sacrificio, el Monumento al Pozo, el cementerio y, finalmente, la Casa del Artesano, todo entre lomas, sol, árboles y el calor humano de los habitantes que, niños o adultos, nos saludaban cordialmente al vernos pasar.

Piedra del Sacrificio, aquí se arrodillaban los indígenas cuando habían cometido una falta. Foto: Laura Rocco

El pozo que surgió tras caer las lágrimas de san Luis Beltrán

Mucho antes de saber los tecnicismos sobre el agua subterránea en su tierra, los tubareños creyeron que el nacimiento de un pozo se había dado gracias al milagro hecho por san Luis Beltrán, el sacerdote de Valencia, España, que evangelizó a los pobladores indígenas del municipio alrededor del año 1562.

Pozo y estatua de san Luis Beltrán. Foto: Laura Rocco

“Padecíamos de sequía, cuenta la historia que estaban golpeado a una indígena porque no encontraba agua, al ver tal escena, san Luis Beltrán lloró, clamó y de este lugar brotó agua del suelo, con la ayuda de los indígenas él cavó y se creó este pozo, aunque la ciencia nos enseñó después que subterráneamente tenemos agua en este territorio”, contó Johnny González, vigía alquimista morado.

¿Por qué el 23 de noviembre?

Luego de entonar el himno que nos indicó el sacristán, “para que los fieles difuntos que están en el cementerio esperando la resurrección se alegraran”, ingresamos al camposanto y nos ubicamos en un pequeño salón al aire libre donde Herminia Mendoza, de 75 años, rezó junto a nosotros con el fin de enseñarnos sobre el oficio que llevó a cabo durante décadas, como rezandera, hasta que el dolor en sus piernas se lo impidió; no obstante, hizo una excepción para entrar al empinado lugar y acompañarnos.

“Aquí por tradición se conmemora el Día de los Fieles Difuntos el 23, el padre hace una misa en la tarde, en la mañana venimos a traerles las flores y las velas a los difuntos; algunos nos quedamos, otros se van y vuelven después hasta la hora en la que se cierra el cementerio”.

Vista de Tubará desde el cementerio municipal. Foto: Laura Rocco

Con palabras precisas, el guía Johnny González indicó que “Tubará es un gran centro ceremonial que conecta lo ancestral, lo histórico, lo divino y lo sagrado”, y dijo sobre el 23 de noviembre:

“El cambio tuvo que ver con temas climáticos, había muchas lluvias, el padre atendía varios corregimientos y escampó el 23, la comunidad acordó desde ese entonces que se haría ese día, varios sacerdotes han intentado cambiarlo, pero nosotros sentimos por devoción que es el 23“.

Por su parte, el sacristán Antonio de la Cruz narró diferentes historias sobre las tradiciones y costumbres de los tubareños, así como habló del “frío de muerto”, una creencia propia de Centro y Sudamérica

Herminia Mendoza, Johnny González y Antonio de la Cruz. Foto: Laura Rocco

Me llevan a los niños para que los rece porque les pudo haber entrado el frío de muerto, por ejemplo, hay un sepelio y casi todos entran, pero lo más malo es que alguien se quede en la puerta porque a lo que usted sale y se va para la casa, el frío se le va atrás“.

El hombre agregó: “Cuando usted llega a la casa, se mete de frente, el que viene atrás se le cuela, está el niño dormido y lo coge, a las 24 horas el niño no come, se espanta y llora, tiene fiebre por dentro, únicamente lo detectamos nosotros que trabajamos con la luz de cielo. El frío de muerto dicen que es frío, pero por dentro lo que está quemando es el espíritu“.

Para los tubareños el bollo de Angelito es más que un alimento

Luisa, gestora cultural que aunque no nació en Tubará se ha apropiado de su cultura, contó en el cementerio sobre el bollo de angelito: “Es ceremonial porque el bollo de angelito representa la gran ofrenda que se le da a los espíritus de los mokaná, el bollo de angelito es el manjar de los espíritus mokaná; para los tubareños noviembre es un mes completo de celebración y reflexión sobre sus ancestros y se abre el primero con aquellas almas inocentes de los angelitos”.

Luisa, gestora cultural. Foto: Laura Rocco

A las afueras del cementerio se había quedado Gloria González Rolón, de 78 años, una matrona que no quiso ingresar al lugar porque “estaba caliente debido a que acababa de hacer los bollos de angelito y después le entraba el frío del cementerio”.

La mujer, quien empezó a hacer bollos desde los 10 años para pagar sus estudios como bachiller, explicó: “Cuentan que hubo un choque entre Dios y el mal porque el 31 es el Día de las Brujas y el primero el de los Angelitos, pero Dios sigue ganando, eso tiene su significado ancestral, nuestros ancestros hacían esos bollos para el primero de noviembre y los repartían. Uno le va dando una rueda de bollo a los niños porque en este día uno tiene que agradecer la vida que se fue y la vida de los que están“.

Gloria González Rolón. Foto: Laura Rocco

La Casa del Artesano

Finalmente, el guía nos llevó a la Casa del Artesano, donde nos instruyó Adolfo Coll, quien había estado acompañándonos durante todo el recorrido.

Adolfo Coll en la Casa del Artesano. Foto: Laura Rocco

“Esta es la casa de la Asociación de Artesanos de Tubará desde hace cinco años, gracias al ofrecimiento que la dueña de la casa, artesana también, nos hizo. Aquí se dictan talleres y se está tratando de que esto no se pierda, tenemos jóvenes y niñas aprendiendo”, contó Coll.

Dicha vivienda es un referente en Tubará por su arquitectura antigua y porque allí se fortalece la expresión de la cultura a través de la venta de artesanías y talleres a niños y jóvenes para que estos hagan perdurar los saberes.

Adolescentes participando de talleres sobre artesanías. Foto: Laura Rocco

Quienes estén interesados en vivir la ruta pueden contactarse con Johnny González al 3152112101. “La idea es que esto quede como una invitación para todo el año, aunque queremos que vengan de forma especial el 23 de noviembre para que vean a las personas orar, haciendo el rosario y todo lo ceremonioso”, expresó el joven.

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