Cinco actos de violencia en menos de dos semanas demuestran una crisis en el fútbol colombiano, desde amenazas a jugadores hasta disturbios en estadios.
Por: Juliana Benavides.
El fútbol colombiano atraviesa una alarmante ola de violencia. En solo dos semanas, se han registrado cinco incidentes graves que manchan la esencia del deporte rey. El más reciente ocurrió ayer 26 de septiembre de 2024, en el partido entre Atlético Nacional y Junior en el Estadio Atanasio Girardot, que dejó 21 heridos tras una batalla campal en las gradas.
Este hecho sigue a otros incidentes que encienden las alarmas. En Barranquilla, recientemente el Estadio Metropolitano también fue escenario de disturbios tras la derrota de Junior ante Águilas Doradas, donde hasta el vehículo del jugador Carlos Bacca fue afectado por hinchas enfurecidos.
En Palmaseca, fanáticos del Deportivo Cali invadieron la cancha, agrediendo a jugadores y personal de Win Sports mientras que, en un encuentro de segunda división, jugadores y personal del cuerpo técnico de Orsomarso (ya expulsados) ingresaron a la cancha para agredir a la terna arbitral.
Además, los jugadores del Cúcuta Deportivo fueron amenazados por su propia hinchada tras malos resultados, sumando otro hecho a esta preocupante tendencia.
La violencia no solo ha aumentado, sino que ha migrado a todos los niveles del fútbol colombiano, afectando la seguridad de jugadores, aficionados e incluso medios de comunicación.
Ante esta crisis, Fernando Jaramillo, presidente de la Dimayor, declaró que es imprescindible tomar medidas más severas para contener la violencia. “Nos preocupa, pero lo de ayer fue un mensaje para todos y veo esto como un tema de corresponsabilidades y tenemos que trabajar entre todos”.
Con esto, se evidencia una falla estructural en la seguridad de los estadios y un déficit en la cultura de convivencia entre las hinchadas. Las medidas actuales no han sido suficientes para detener la escalada de agresiones. En este contexto, para muchos la pasión futbolística se ha visto empañada, y lo que debería ser un espacio de unidad se está convirtiendo en un escenario de división y violencia.
Es imperativo que tanto las autoridades como los clubes tomen acciones contundentes para devolverle al fútbol su esencia pacífica.