Diez años más tarde, Óscar Álvarez, padre de los fallecidos, cuenta que aún no se ha esclarecido si el incendio fue accidental o provocado.
Por: Laura Rocco
En una esquina del Parque de Villa Paraíso, calle 85 con carrera 74, en Barranquilla, vivía la familia Álvarez-Macea. Un pequeño cambuche hecho con cemento y madera era el hogar de 11 personas humildes, entre las que se encontraban los padres, 8 hijos y una tía.
El 29 de enero de 2011, Óscar Belarmino Álvarez Muñoz y Martha Macea Cuentas salieron a tempranas horas de la mañana junto a 2 de sus hijos hacia el mercado de la ciudad para vender utensilios y así llevar el sustento a su hogar. Mientras se encontraban lejos, un terrible hecho ocurrió en aquella ‘casucha’ que era símbolo de esperanza para ellos y luego se convirtió en el escenario de un dolor inimaginable.
Momentos de pánico y tristeza
Dalia Macea Cuentas, la tía de los niños, se quedó afuera en el parque con Luis David y Jesús David Álvarez Macea, de 9 y 2 años respectivamente, mientras Andrés Felipe, de 19 años; Luis Fernando, de 17; Kelly Johana, de 15, y Paula Andrea de 3, se quedaron dentro de la improvisada vivienda.
En un momento, Jesús David entró al cambuche a buscar comida para unas gallinas que tenía la familia, cuando de repente, hacia las 7:30 a. m. de ese 29 de enero, un inesperado incendio empezó a consumir con rapidez la vivienda.
Germán de León, vendedor de pescados, logró rescatar a Jesús David, abriendo un hueco en la pared con una mona (herramienta) que le prestó un albañil, no obstante, ni él ni los vecinos lograron salvar a los otros 4 hermanos.
Cuando Óscar y Martha regresaron al parque, lo encontraron rodeado por una gran multitud, abriéndose paso entre la gente llegaron a la que era su casa, mientras levantaban los cuerpos de los fallecidos.
10 años de incertidumbre: ¿incendio accidental o intencional?
Nunca se esclareció si las llamas habían sido originadas por un cortocircuito o el incendio habría sido provocado a propósito, dicha hipótesis, aunque cruel, resonó bastante en aquellos años.
Familiares de los fallecidos aseguraron que algunos vecinos del barrio se encontraban inconformes y molestos con la presencia de la familia en el parque, dado que habían construido su casa en parte del espacio público; no obstante, los bomberos dijeron que se habría podido presentar algún accidente con la estufa de gas y que por los materiales y elementos que había dentro de la casa, las llamas se habrían propagado fácilmente.
“Muchos vecinos no querían la presencia de esa familia en el parque y habían trabajado para su desalojo por muchos años sin tener resultado. Al poco tiempo de lo sucedido, pudo arrancar una construcción de tres edificios en el terreno que llevaba mucho tiempo estancada. Incluso, decían que había intereses de pagos por favores políticos”, contó una vecina quien conoció a los Álvarez cuando era una niña.
De hecho, algunos moradores de Villa Paraíso, mediante firmas, habrían logrado que les quitaran los servicios públicos, por lo que la familia se conectaba ilegalmente al poste de energía, al igual que les tocaba robar el agua. Pese a eso, otros habitantes del barrio los apoyaban y les pedían que cuidaran y asearan el parque a cambio de comida.
Un grito de ayuda a la sociedad
Oscar Álvarez duró varios años pidiéndole a la Alcaldía de Barranquilla un nuevo hogar para así abandonar el parque; sin embargo, solo después de la tragedia atendieron su solicitud y les entregaron una vivienda de interés social, VIS, en Villas de San Pablo.
“El señor Óscar sufrió una especie de parálisis en su cuerpo a causa del estrés y la tristeza que le ocasionó esa tragedia, por lo cual no pudo trabajar más. Eran personas muy pobres, analfabetas. Se dedicaban a labores de albañilería y reciclaje en el barrio Paraíso”, agregó una persona allegada.
Se robaron las donaciones
Una emisora local convocó a la comunidad para que hiciera donaciones de electrodomésticos y dinero; sin embargo, Oscar Belarmino aseguró que personas inescrupulosas se presentaron a reclamar los objetos a su nombre, diciendo que eran familiares. Las donaciones nunca llegaron a sus manos.
Además, relató que un vecino se ofreció a ayudarle con el caso del incendio y él le firmo un poder para que lo representara. Al parecer, el vecino recibió dinero a su nombre y nunca se lo entregó.
Cuando la familia se mudó a Villas de San Pablo dejó de recibir ayudas, y hoy, 10 años después, además de un enorme vacío por el dolor que nunca podrán sanar, siguen pasando por problemas económicos, no tienen cómo pagar los servicios públicos y escasamente consiguen para comer.
Por ello, los Álvarez-Macea piden auxilio a la comunidad, solicitando que, en la medida de lo posible, los ayuden y aporten un granito de arena para hacer su vida y sus angustias un poco más llevaderas.