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“No te aceptes como eres”: El Espejo, columna de opinión por Víctor Streets

En Colombia, el 57.5% de los adultos sufren de sobrepeso u obesidad, con un aumento del 12% en los últimos 15 años.

Por: Víctor Streets

Si somos obesos y no lo vemos como un problema, no solo tenemos el problema de la gordura, sino también el de la ignorancia.

“Acéptate tal como eres”; he escuchado esa frase más veces de las que quisiera haberlo hecho. En la televisión, en amigos, en mentores, en todos lados. ¿Pero qué si soy un drogadicto que le pega a la mamá, un maltratador que violenta a su familia, un obeso de 160 kilos que no puede pararse de la cama, o quizá un depravado sexual que siente placer en el abuso o un adicto a la pornografía? ¿Debo aceptarme entonces tal cual soy?

Me imagino que, para este punto, la mayoría de defensores de la cultura woke, el bodypositive o feministas “sobacoverde”, como las llamo yo, cariñosamente, dirán que no es lo mismo, que solo se refieren al cuerpo y a nuestros deseos. Pero, ¿no es lo mismo? ¿No son nuestros deseos y nuestro cuerpo una proyección de lo que somos? Si eres una de estas feministas, detractores, defensores o cualquier curioso que también ha escuchado o dicho la frase que le da nombre a esta columna, sigue leyendo.

Si yo debo aceptarme tal como soy y no solo ser feliz con ello, sino también instar a otros a serlo, debo saber primero quién soy. Pero recuerdo, por ejemplo, que estúpidamente alguna vez en mi vida defendí y apoyé a Petro. “Eso” era yo. Ahora no solo no soy esa persona, sino que soy todo lo contrario. Por poner un ejemplo: alguna vez todo lo que dije que jamás haría, hoy es mi día a día, y todo aquello que dije que haría por siempre, hoy ni recuerdo qué se siente hacerlo.

Lo que somos entonces es simplemente una mentira temporal que nos decimos para darle forma a lo que sentimos y pensamos. Una mentira cambiante y drenada por el día a día; una cotidianidad que nos arroja ante el hedonismo y el deseo desenfrenado de lograr conseguir algo (placer) en medio de la miseria que encontramos en un trabajo de mierda o en una carrera que ni sé por qué carajos estoy estudiando, en una relación de pareja porque “no hay pa’ más y solo no quiero estar”, en unos amigos que detesto pero que “qué más da” hasta que termino por odiar todo, odiándome a mí mismo y buscando sentir algo en la dopamina barata que me dan los placeres pasajeros.

Instalo y desinstalo TikTok porque me parece la mejor porquería que hay en redes sociales. Es tan perfecto que sabe lo que mi espíritu débil necesita para que mi cuerpo sienta sosiego del cansancio de los días. Entonces me encuentro viendo una pelea de “cuquecas versus alacrán” a las 2:00 a. m. cuando debería dormir porque debo madrugar. Sin embargo, debo aceptarme como soy: un flojo débil que sucumbe ante las tentaciones y los tentáculos de aquel monstruo patético y aparentemente más mezquino y frágil que yo, pero que dicta el camino de mis días.

Recuerdo haber sido un niño muy gordo y sufrir de bullying extremo (si es que se puede llamar así) en el colegio. Mi talla era 32 en pantalón a los 11 años y pesaba más de 70 kg. Llorando, una vez mi madre me dijo unas palabras que jamás olvidaré: “Si no te gusta ser gordo, no lo seas”. Aquella frase simple y aparentemente estúpida por su evidencia lógica despertó en mí el gusano de la reflexión del deseo. Si no quiero ser gordo, y no solo por el bullying, sino porque me canso, porque no puedo jugar bien, porque me enfermo más, porque no me puedo poner la ropa que me gusta, pues debo hacer cosas que me lleven a no serlo. Y así fue. Decidí dejar de serlo y no lo fui más.

La obesidad afecta a más de 1.9 mil millones de adultos en el mundo, con más de 650 millones clasificados como obesos, y es responsable de 4.7 millones de muertes anuales debido a complicaciones como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y cáncer. En niños y adolescentes, más de 340 millones presentaban sobrepeso u obesidad en 2016. A nivel económico, la obesidad genera un impacto de 2 billones de dólares anuales. En Colombia, el 57.5% de los adultos sufren de sobrepeso u obesidad, con un aumento del 12% en los últimos 15 años, afectando principalmente las zonas urbanas y contribuyendo al crecimiento de enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión.

Esto, por poner un ejemplo. Sobra decir todos los problemas que conlleva la obesidad. Pero si en vez de escuchar a mi madre hubiese escuchado a otro adicto (se puede ser adicto a todo, como ustedes lo serán muy pronto de esta columna), hoy fuese parte de las cifras de obesidad o de muerte por la misma enfermedad. Ahora, cambia la gordura por cualquier otra cosa que “eres”: un flojo, un violento, un chismoso, un embaucador, un enfermo sexual, alcohólico, drogadicto, etc.

No se equivoquen, esto no es una columna contra la gordura. Mi madre, siempre delgada, hoy a sus 61 años ha ganado peso; así mismo también es necesario comprender el cúmulo de condicionamientos metabólicos que pueden propiciar esta condición. Este escrito es una reflexión sobre nuestros deseos extremos y la validación de los mismos. Una crítica, sí, a los movimientos irresponsables y de una clara agenda política que te dicen “acéptate como eres”.

Yo hoy, con esta reflexión, no busco decirte qué hacer ni ser la voz de un padre (como lo fue mi madre), pero si no te gusta algo de ti, si sientes que aquello controla tu vida y te mantiene perdiendo el tiempo mientras se va tu juventud y, con ella, todos tus sueños y anhelos; si aquello que hoy “eres” no te lleva al camino que has soñado, la respuesta es simple y aparentemente estúpida: no lo seas. Decide hoy dejar de serlo y no te aceptes como eres.

Perfil del columnista: Victor Streets, periodista, escritor, docente y músico.

Instagram: @24st_

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