impactonews.co

Violencia Comunicación
Picture of Impacto News

Impacto News

“No sabemos comunicarnos”. Columna: El espejo por Victor Streets 

Hace un par de días, después de publicar la segunda columna de opinión de esta serie, me amenazaron de muerte por decirles que no se acepten como son. ¿No pude comunicarme, o quizá no supieron entender?

Por: Victor Streets

Todo acto de violencia es un acto fallido en el proceso de comunicación. Piénsenlo un momento. ¿Cuándo fue la última vez que le gritaste a tu pareja, a un familiar o a un amigo? ¿La última vez que quisiste (o lo hiciste) pegarle a alguien? ¿Por qué no fue posible hablarlo? ¿Hasta qué punto nuestra incapacidad de comunicarnos nos ha llevado a grandes arrepentimientos?

“Rara vez nos parecemos a las cosas que decimos”, decía Borges. Imagino que todos, al igual que yo, hemos dicho cosas que no sentimos y de las cuales nos arrepentimos enseguida o en algún momento, o quizá cosas que jamás hemos dicho y que deseamos haber podido decir. Hay padres que jamás les han dicho a sus hijos que los quieren; amigos que nunca se han dicho lo mucho que se extrañan (queriendo decirlo); reclamos, ideas, pasiones, tantos y tantos sentimientos que hemos querido decir y que se han quedado atorados en la pendiente inexorable de nuestra alma, escondidos como espectadores de una vida que se supone debe ser vivida. ¿Por qué es tan difícil entonces comunicarnos?

Hagamos algo primero antes de seguir viéndonos en este espejo que hoy nos dice que no sabemos comunicarnos. Preguntémonos: ¿qué es la comunicación?

Definirlo y, más aún, poder lograrlo es tan difícil que ni siquiera aquellos que estudiamos de manera profesional el “arte” de comunicar podemos hacerlo.

Digamos, a grosso modo, que la comunicación es un proceso complejo y humano que radica en codificar un mensaje para ser decodificado por otra parte y así lograr consensos y entendimientos. Suena sencillo. Ahora, piensa en la última vez que estuviste triste y quisiste expresarlo en palabras. ¿Alcanzaron esas palabras a manifestar toda ese sentimiento? O cuando estuviste enamorado, ¿será que todas esas palabras empalagosas podían redimir el sentimiento que ardía en tu pecho y espíritu cada vez que veías a la persona amada? No.

Hace poco, vi que circulaba en las redes un poema escrito por el dueño de Andrés Carne de Res, dirigido a una de sus empleadas que había sufrido quemaduras en el 80 % de su cuerpo mientras realizaba una actividad laboral en el restaurante. La carta-poema comenzaba así:

“Quisiera tener la palabra profunda del poeta para dedicarte con sutil delicadeza cuanto estamos contigo en este trance doloroso.”

¿De verdad? ¿Una empleada tuya se quema casi todo el cuerpo trabajando para tu empresa y tú le dedicas un poema casi romántico? ¿Es esa la mejor forma comunicativa que encontraron los profesionales de la materia para manejar una crisis de esa envergadura? Es absurdo, pero no es tan absurdo cuando entendemos que no sabemos comunicarnos.

A mí, hace un par de días, después de publicar la segunda columna de opinión de esta serie, me amenazaron de muerte por decirles que no se acepten como son. Recibí un montón de comentarios, a favor y en contra (lo cual es normal). El problema radica en que la mayoría creyó que yo hablaba de la gordura, cuando en realidad hablaba de la validación de los deseos excesivos y lo nocivo que es para el ser humano. Es decir, no pude comunicarme, o quizá no supieron entender. La capacidad o incapacidad de poder leer bien, sobre todo en nuestro país, parece cada vez ser peor. Si no sabemos comunicarnos, menos sabremos leer (pero eso será tema de otra columna).

Yo, la verdad, creo que la mayoría ni siquiera terminó de leer la columna pasada cuando ya me estaba insultando. Entonces, surge otra pregunta: ¿hasta qué punto es el “emisor” responsable de la falla comunicativa?

Todos hemos estado en debates fútiles y absurdos, donde parece que lo importante es tener la razón (lo cual es imposible porque a la razón se llega, no se tiene) o donde la otra parte, por más que se presenten argumentos, es tan obtusa que es incapaz de seguir secuencias lógicas. O quizá los obtusos, tercos y estúpidos seamos nosotros (llegamos a esa conclusión años después o mientras nos bañamos una mañana y nos damos cuenta de lo equivocados que estábamos). Por eso, hace muchos años, escojo bien con quién debato. Las mejores batallas no son las que se ganan, sino las que se eligen.

Siguiendo con el incidente de la amenaza, quien la hizo lo hizo precisamente porque tampoco supo comunicarse. Primero, no entendió (error quizá mío, de él o de ambos); segundo, no supo expresarse en palabras y me invitó a los golpes.

Y yo, que jamás he sabido desenmarañar lo que siento para poder entenderme; yo, que debato conmigo mismo y siempre pierdo, entonces juego a ser escritor y, en esa comunicación con ustedes (que al final no es más que un espejo donde hablo conmigo mismo), creo comunicarme, creo poder lograr una comprensión de lo que pasa en mi cabeza. Sin embargo, nunca llego a consensos y siempre termino por contradecirme, a veces ganando y a veces perdiendo, si es que puede haber una diferencia.

Paradójicamente, ahora, ante ustedes, espero poder hacerlo. Entenderme. Que me entiendan y entenderlos (si no me amenazan de nuevo). Mientras tanto, seguiremos jugando al juego de la vida, donde algo sí hacemos muy bien: fingir. Seguiremos fingiendo que no solo nos entendemos, sino que nos comprendemos (comprender algo es reducirlo a lo que somos) y que, en ese fingir de empatía y solidaridad, aquella mentira que llamamos verdad nos haga olvidar que no sabemos comunicarnos.

Perfil del columnista: Victor Streets, periodista, escritor, docente y músico.

Instagram: @24st_

COMPARTE ESTE ARTÍCULO

DEJA TU COMENTARIO

error: