En los últimos 3 años las condenas por los pésimos resultados del equipo recaen sobre los DTs, pero hay que decir que el pobre rendimiento de jugadores también es culpable del fracaso.
Por: Iván Peña Ropaín.
Cada que se reporta una frustración en Junior de Barranquilla, para no irnos tan lejos, las dadas desde el 2021 hasta la fecha, tiempo en el que los junioristas no han celebrado más nada, al contrario, las rabietas y decepciones los tienen al borde de una úlcera emocional, los dedos críticos señalan y ponen en el patíbulo a los directores técnicos, acusaciones con justa causa, ya que los DTs han sido los máximos responsables de los descalabros que ha tenido el equipo en las competiciones que ha afrontado tanto en el ámbito local como en el internacional.
El colombo-uruguayo Julio Comesaña, el argentino Juan Cruz Real, el antioqueño Amaranto Perea y el actual entrenador del Tiburón, el samario Arturo Reyes, son los vituperados en enunciado período en el que la única final que se jugó fue la de Copa Colombia 2022, pero la que al final se perdió con Millonarios de Bogotá.

Se les ha cuestionado de forma impía por la manera de jugar de sus equipos, por los planteamientos efectuados en el terreno de juego durante un cotejo, por los aparentes consentimientos hacia ciertos jugadores, por los “malos cambios” que realizan en un partido, en fin, entre otros motivos futbolísticos.
La actuación final tras los funestos resultados y el descontento de los seguidores del equipo de los barranquilleros, quienes lo han profesado así a través de sus redes sociales y de las del club y desde las graderías del Metropolitano, es la destitución del cargo como entrenador del Rojiblanco.

Aunque todo ese malestar se ha fundamentado sobre bases de argumentos genuinos y entendibles con solo ver y recordar las vergonzosas actuaciones de Junior desde que enarboló su último trofeo, la ‘Superliga’ 2020 ganada en el Pascual Guerrero al América de Cali, hay que ser equitativos también respecto al desempeño de la materia primara del club de Barranquilla, la cual es la que a la postre debe hacer funcionar los planteamientos tácticos e ideas de juego, convertir los goles e ingeniárselas en el césped para ganar partidos: los jugadores; sinceramente, a muchos de estos les ha quedado grande la camiseta Roja y Blanca.
Por eso es que, igualmente, en el Metro se han visto varias protestas en contra de ellos entre la etapa 2021 y 2023, en una de ellas reprochándoseles porque cobran millonarios sueldos pero hacen poco por el equipo con relación a resultados deportivos. Asimismo, los han objetado por el pobre nivel futbolístico mostrado, siendo lo peor de todo que varios de esos reprochados aún siguen en las filas del club y cobrando buen billete, “viendo sabroso sin hacer nada”, como se le ha escuchado a algunos en el Coloso de la Ciudadela.

Unos de los subrayados con virulencia por la hinchada juniorista y que están vigentes en el equipo son: el venezolano Luis ‘Cariaco’ González, el chocoano Didier Moreno, el cartagenero Omar Albornoz, el antioqueño Fredy Hinestroza y hasta el ídolo y jugador más ganador en la historia de Junior, el meta uruguayo Mario Sebastián Viera. Y otros que ya no están también cargaron con los ataques en ese sentido: el cartagenero Yesus Cabrera, el caleño Daniel Giraldo, el vallenato Jorge Arias, el caucano Edwin Velasco, el bogotano Dany Rosero, el pereirano Fernando Uribe, el cordobés Miguel Ángel Borja y el vallecaucano Edwin Cetré.
No obstante, también están “llevando del bulto”, por sus pobres rentabilidades dentro de la cancha pero enormes performance en sus cuentas, jugadores que arribaron a Junior de Barranquilla en el reciente tiempo: el porteño Carlos Bacca, los soledeños Luis ‘El Chino’ y Walmer Pacheco y el tumaqueño José Ortiz.

Entre todo este pelotón, de los pocos que se salvan en este inicio de temporada 2023, por no decir el único, es la contratación más cara que ha hecho un club en la historia del fútbol profesional colombiano (FPC): el paisa Juan Fernando Quintero, quien de paso es el jugador con el mayor sueldo del FPC y quien ha dejado hasta la última gota de sudor en el terreno de juego, no solo por vérsele correr y poner actitud, sino por el juego que ha generado para la ofensiva ‘tiburona’, pero desafortunadamente sus compañeros no están a su nivel.
En fin, toda esta nebulosidad en la que se encuentra el consentido de Curramba sigue manteniendo desdibujada la alegría de los rostros de su fanaticada, esa que la mañana del viernes 10 de marzo continuaba digiriendo, y hasta no creyendo algunos, el primer fracaso de Junior en uno de sus tres objetivos previstos para este temporada 2023: la Copa Sudamericana, certamen que era la única aparición internacional que tenía en el año que cursa.

Ahora solo le quedan las Ligas colombianas 1 y 2 y la Copa Colombia, competiciones en las cuales Junior ni figurará, según ya comenzó a profetizar la dolida, triste y resignada hinchada Rojiblanca, justificando tal visión atezada porque hoy por hoy ven un equipo “sin alma, sin cuerpo y sin vida, el cual ni trayendo al técnico italiano Carlo Ancelotti, del Real Madrid, podrá sacar del desdén futbolístico en el que se halla”.
Parece y todo pintará igual para este nuevo año que entra y que corre por su tercer mes, por lo que junioristas ya dicen, no a modo de broma, “hay que pensar mejor desde ya en ahorrarse las fuerzas, controlar las emociones y cuidar los bolsillos, puesto que con esos jugadores no se ganará ni en la cancha de Cevillar”.
