Por: Eduardo Uribe
Y entonces en el primer día Dios dijo : “Hágase la luz” y la luz se hizo y vio Dios que la luz era buena, la separó de la oscuridad y la llamó día y a la oscuridad la llamó noche. (Génesis 1 al 3).
Seguimos en la inacabable pandemia y son válidos todos los esfuerzos de nuestros dirigentes para luchar, NO contra el virus, sino contra el contagio masivo, que supera la capacidad instalada de los centros médicos.
Pero el chivo expiatorio de esta enfermedad es la noche y la culpable de los contagios es la segunda decena de horas del día y con ella su ejército, conformado por las estrellas, la luna, la refrescante brisa y los amantes de la oscuridad y la paz.
Después de las 7 de la noche sale un tercio de la población que transita de día, no hay colegios, no hay grandes empresas abiertas en su totalidad, los turnos médicos bajan, hay menos conductores, menos transporte público, supermercados, almacenes, tenderos, campesinos, vagos y hasta la mitad de los amigos de lo ajeno, simplemente porque hay menos gente.
Pero no, esa parte del día, de relajación después del arduo día laboral, de luchar contra el tráfico, clima, vendedores, limpia vidrios, limosneros, taxis, buses, ruido y smog, en vez de ser utilizada para separar los turnos laborales del día, aprovechar ir a los supermercados sin tanta gente o pagar recibos sin las filas con el sol incandescente o hasta ir a la iglesia con unos cuantos feligreses, ha sido sentenciada por los gobernantes como única culpable de la masiva contaminación humana.
La noche, es la misma noche que Dios bendijo con el nacimiento de su hijo, esa noche cómplice de amores apasionados, de alivio y descanso, de inspiración de poetas, músicos y artistas; ese regalo divino es ahora el culpable de todos los males.
Con la experiencia que me ha dado trabajar toda mi vida de noche puedo asegurar, que si el toque de queda fuera diurno y no nocturno habría menos contagio, lo firmo en piedra y ofrezco mi vida para probarlo.
Amada noche, perdónalos, no saben lo que hacen.