“Siento que somos una gran familia que invita a que la tolerancia y el amor por nuestros hijos esté por encima de los prejuicios sociales”.
“Los tuyos, los míos y los nuestros”. Esta es una frase muy peculiar cuando se trata de familias compuestas. Las personas la utilizan en muchas ocasiones para incomodar a los que las tienen y otros, como en mi caso, para explicar el tipo de familia que tenemos.
Hoy quiero contarles como esta frase nos define, a mí y a mi familia.
En nuestra cultura estamos acostumbrados a vivir las separaciones de manera traumática y en conflicto. Es más, leí hace poco que terminan usando a los hijos como objetos transaccionales frente a los padres para lograr que se les pague la manutención.
Entiendo las situaciones donde amerita cortar de raíz la comunicación porque de ello depende la vida o la salud mental de alguno de los padres o los hijos, pero cuando la separación se da por situaciones como la incompatibilidad, la inmadurez o porque simplemente no funcionó, no veo razón para que deba terminar siendo un trauma para la expareja y se refleje en la infelicidad de los hijos.
La relación de padres e hijos debe ser para siempre y aprendí, gracias a mi actual pareja, que se puede llevar la convivencia en nivel Dios.
Mi historia, versión rápida
Soy una madre separada que se encuentra con un padre separado (mi actual pareja), quien al momento de conocerlo tenía cuatro años de divorciado. Él y su exesposa habían pasado por una separación dura, de mucho dolor, de arrepentimiento y perdón para poder llegar a la sanación. Yo, en cambio, tenía a lo mucho seis meses de separada, en proceso de un divorcio también doloroso, sumado al sentimiento de fracaso, resentimiento e inmadurez.
Mi primer encuentro con la madre de su hijo fue luego de un paseo donde llegamos a su casa para entregar al niño. Yo, destruida por el viaje; ella, impecable como siempre, hermosa, blower hecho, perfecta.
Abre la puerta del carro, me saluda con cariño, me conoce y se presenta. No tuve tiempo de pensar, me dio miedo y pena por mi facha. En ese punto no sabía que tan amigos eran, en mi cabeza no era posible asimilar algo así.
Pero así son ellos, son amigos, se apoyan, se cuidan y tienen la mejor relación en pro de su hijo. El reto era que mi relación con mi ex fuera igual de buena.
No fue fácil, me tocó pasar por muchos procesos para poder perdonar, para entender que siempre es mejor la armonía en beneficio de los hijos. Con la ayuda de mi esposo lo logré.
Hoy en día tenemos reuniones familiares donde todos podemos estar en el mismo espacio. Parece imposible, pero allí somos amigas las ex y amigos los ex.
En mi caso, el padre de mi hijo ama a mi hijas, las cuida, les trae regalos, merienda, las saca a pasear y se las puedo encomendar cuando no estoy, con la plena seguridad que estarán muy bien cuidadas.
Nuestros niños tuvieron hermanas luego de ser hijos únicos y todos se aman como si fuesen de la misma sangre, no hay distinción.
Insisto, no siempre fue fácil porque aceptar, aprender y desaprender conlleva tiempo, pero es lo mejor que nos ha podido pasar. Ha valido la pena todos los esfuerzos realizados para tener la tranquilidad de saber que mi hijo tiene dos papás y que su hijo tiene dos mamás, que los amamos, los cuidamos y que siempre estaremos trabajando por darles lo mejor para su bienestar.
Lo que sí es cierto es que aunque nos vean raros por nuestra relación civilizada, siento que somos una gran familia que invita a que la tolerancia y el amor por nuestros hijos, está por encima de los prejuicios sociales.
A ellos les dedico mi escrito, pero sobre todo quiero decirles que no cambio nuestra enorme familia y amo poder ser los míos, los tuyos y los nuestros nivel pro + Gold VIP.
Por: Catarsis, El Blog de La Queen
