El trágico accidente ocurrió en el barrio El Bosque.
De la felicidad a la tragedia, así transitó el destino de Rodolfo Rafael Altamar Rivera, de 29 años, quien falleció a las 4:00 a. m. del lunes 1 de marzo tras las secuelas de un accidente que sufrió en su motocicleta.
El joven cursaba séptimo semestre de Contaduría Pública en la Universidad CUC, era aplicado y tenía experiencia laboral, dado que había laborado en Serfinanza y, últimamente, se encontraba trabajando en otra empresa.
El 28 de febrero se encontraba en una vivienda departiendo con varios amigos y cuando salió de esta para dirigirse a otro lugar un lamentable accidente de tránsito desencadenó en su muerte.
Edwin Altamar, tío de Rodolfo, contó que el accidente ocurrió en cercanías de la cárcel El Bosque en horas de la madrugada, al joven lo llevaron al Paso del mismo barrio y después lo remitiero<n al Hospital de Barranquilla.
“Él estaba departiendo con unos amigos, en la parte donde estaba llegó la Policía y les apagaron el picó, tú sabes que cuando uno está pelao quiere seguir la rumba y seguir departiendo con sus amigos, después, de esa parte cogieron y se fueron a otro lado a departir y ahí fue donde le ocurrió el accidente”, relató Edwin.

El tío del fallecido contó que un líquido derramado en la carretera habría hecho que el joven se accidentara: “En la parte donde iba, parece ser que había un aceite o agua, dicen que tiró a frenar la moto y tropezó con un andén, él salió volando de frente y la moto salió por otro lado, recibió golpes en la cabeza y en la parte del abdomen, cayó de frente hacia el pavimento”.
Los amigos de Rodolfo Rafael llamaron a una ambulancia cuyo personal le prestó los primeros auxilios, lo llevó al centro asistencial del barrio El Bosque y después al Hospital de Barranquilla, donde le practicaron una cirugía en el abdomen para extraerle la sangre que tenía coagulada, pero el joven no sobrevivió.
La motocicleta del estudiante tenía uno o dos años de uso; el joven dejó dos hijos, vivía en casa de sus padres en el barrio La Ceiba y era muy amado por sus familiares y demás allegados.
Sobre la vida de Rodolfo, quien era el segundo de tres hermanos, su tío destacó que era amante de los picós, ya que creció en el ambiente picotero. Edwin es técnico de picós, el padre de Rodolfo tiene el suyo y el joven también era dueño de uno.

“Ese pelao’ era muy aplicado, full aplicado. Ese era el pulmón mío, constantemente hablábamos porque yo vivo al lado de él, él andaba allá, todos los días en la noche nos veíamos, esto es doloroso, es bien fuerte”, expresó Edwin Altamar.
Informe: Alexander Ojito – El Ojo de la Calle