La noticia se regó como pólvora e hizo que los estaderos se vaciaran y la gente regresara rápidamente a sus casas
Por: Pablo Pueblo
La fría noche del domingo 29 de enero se convirtió en una mezcla de alegría, tensión y tragedia. Una brisa helada golpeaba a Barranquilla, mientras Junior empataba 1-1 con DIM en el Metropolitano, en un partido especial por el debut del crack del fútbol, Juan Fernando Quintero.
Los Seis Hermanos, la tienda estadero del barrio El Santuario, en el sector de El Jinete, estaba atiborrada de hinchas rojiblancos. Unos tomaban y otros sufrían atentos al televisor, en espera de un gol de Juanfer o el triunfo de Junior con la casa llena.
Por esa razón, la llegada de los sicarios en dos motos tomó por sorpresa a todo el mundo. En tan solo diez segundos, la alegría de El Santuario pasó a gritos de desespero y terror. Una lluvia de balas y una terraza teñida de sangre asemejaba la escena de una violenta película de acción.
Cuatro hombres, uno de ellos policía activo, y tres presuntos cobradiarios murieron abaleados en el lugar. Una hermosa joven de cabello negro, de apenas 22 años, resultó herida por estar sentada entre las víctimas objetivo de los sicarios, como quien dice, en el lugar y a la hora equivocada.
La sensación de miedo, terror, drama, acompañada de gritos de dolor y confusión se apoderaron de clientes y habitantes de El Santuario. La noticia se regó como pólvora e hizo que los estaderos se vaciaran y la gente regresara rápidamente a sus casas.
Fue un domingo enrarecido que dejó preocupados a dos millones de barranquilleros y a 600 mil soledeños, al pensar que tan solo faltan dos semanas para el Carnaval y el ambiente de inseguridad es caótico por los diarios asesinatos, robos y fleteos que tienen a la comunidad con los pelos de punta.
Una hora después de la masacre, el comandante de la Policía ofreció 80 millones de pesos por información que conduzca a la captura de los asesinos.
