El hombre es señalado de acabar con la vida de su madre, causándole 32 heridas con arma blanca.
En la mañana del pasado jueves 21 de septiembre, al interior de un apartamento en el tercer piso de un edificio en la calle 51 con carrera 20 del barrio La Concordia, de Bucaramanga, Santander, una mujer fue asesinada, presuntamente, por su hijo, quien, al parecer, bajo los efectos de las drogas, le causó 32 heridas con arma blanca.
El mismo hombre, identificado como Pablo Julián Lozano Pinto, de 28 años de edad, fue quien le abrió la puerta del inmueble a los policías alertados por vecinos y, según estos, les dijo que había “herido” a su mamá Lucía Juliana Pinto, de 47 años; al acercarse los uniformados a la habitación principal hallaron a la mujer sin vida, por lo que de inmediato el sujeto fue capturado.
El general José Roa Castañeda, comandante de la Policía Metropolitana de Bucaramanga, indicó: “Era una señora que estaba trabajando, se había conseguido un empleo días anteriores y con esto estaba levantando a su familia. Infortunadamente, el consumo de estas sustancias por parte de uno de sus hijos originó este matricidio. No tenemos palabras para lamentar profundamente este tipo de comportamientos”.
Durante las respectivas audiencias ante un juez de control de garantías, la fiscal que está al frente del caso indicó que anteriormente ya se habían registrado episodios de violencia del individuo contra su progenitora, a quien culpaba de su propia orientación sexual y su drogadicción.
Lozano había estado en un centro de rehabilitación por fuera de Bucaramanga, pero su madre habría hecho gestiones para que siguiera su proceso en la ciudad. El día de los hechos Lucía estaba sola en la vivienda, ya que su esposo se encontraba trabajando y su hija menor, en el colegio.
“Cuando lo iba a visitar a Medellín y en la misma casa de Bucaramanga, le pegaba puños, patadas y la amenazaba de muerte. Era misoginia con su mamá, pese a que ella intentaba ayudarlo a salir de la drogadicción. Hubo una discusión y una vez más la agredió con patadas y palabras soeces; esta vez no hubo amenazas sino que la mató. Tomó un cuchillo y fueron 32 puñaladas las que le causó, le quería causar dolor. Fue con sevicia y crueldad excesiva”, dijo la representante del ente investigador.
La fiscal argumentó que Pablo Julián no tiene ninguna enfermedad mental acreditada, por lo que sabía que estaba cometiendo un crimen; cuando la jueza le preguntó al sujeto si aceptaba los cargos, este respondió: “Guardo mi derecho a guardar silencio”, por lo que se consideró de no aceptó su responsabilidad en los hechos que podrían llevarlo a pagar entre 500 y 600 meses de prisión.
