“La política ha cambiado a los habitantes de Candelaria, Leña y Carreto, por el transcurrido trasteo de votos”.
Por: María José Cuentas Gómez
A 73 kilómetros de Barranquilla se encuentra Candelaria, un municipio del departamento del Atlántico, que cuenta con más de 20.000 habitantes, y con un potencial de sufragantes de 13.103. Aparte de su cabecera municipal, se encuentran los corregimientos de Leña y Carreto, los cuales han vivido la tensión política desde el mes de marzo del año en curso por las elecciones de alcaldía y Concejo, que se aproximan.
Para los habitantes del municipio no es un secreto que Candelaria se ha convertido en un pueblo olvidado, lleno de elefantes blancos y con muchas necesidades que abundan cada día para las familias, las cuales esperan tener un verdadero cambio, después de que las elecciones de alcaldía y Concejo se hayan convertido en un negocio para muchos. Por tal motivo, Candelaria, hoy en día tiene calles destapadas, pavimentos sin terminar, alcantarillados inconclusos, falta de ingresos para proyectos y un puesto de salud que no le pueda dar a la comunidad las atenciones necesarias para poder prestar un servicio digno.
El trasteo de sufragantes o la venta de votos se viene presentando con mucha fuerza desde el año 2015, donde los habitantes cuentan que un voto a la alcaldía llegó a costar 400.000 pesos por persona. Desde ese mismo año, una gran parte de la población candelariera tomó la mentalidad de que todo lo que esté relacionado con temas políticos es una fuente de negocio rentable y que de hecho, hoy en día se ha convertido en el sustento para muchas personas del municipio.
Así mismo, desde ese año el voto por opinión ha perdido fuerza, casi que desapareciendo con el pasar del tiempo para muchos habitantes, al igual que el voto en blanco, ya que en las estadísticas registradas en las elecciones regionales de octubre 27 del 2019, este llegó a tener un porcentaje del 0.45%, dejando claro que desde el 2015 la población necesita tener una motivación económica para poder ir hasta las urnas y poder ejercer su derecho al voto. Y es precisamente esa misma población la que hoy en día padece de una escasez de empleos y oportunidades, que durante el período de mandato no ven.
“Después de que Candelaria haya pasado por muchas administraciones invisibles espero que para estas elecciones la gente no acepte plata y voten a conciencia”, sostiene a través de sus palabras y críticas, Edgar Pabón.
En la actualidad son cinco candidatos aspirando a la Alcaldía de Candelaria: Juan Alberto Gómez del Castillo por el partido Nuevo Liberalismo, Javier Rodríguez Consuegra por el partido Liberal, Jahyder Orozco por el partido Colombia Humana, Franki Ortega Julio por el partido Maíz, y José Alfredo Fonseca Bolivar por el partido Cambio Radical.
La comunidad espera que en uno de estos candidatos esté verdaderamente el cambio, pero no para sus bolsillos, sino para el pueblo.
Pero, ¿cómo se puede cambiar la mentalidad de la población si la pesadilla de trasteo de votos existe con frecuencia porque es ejercida por un gran porcentaje de la misma?
Hoy, el pueblo está viviendo una realidad si se hace referencia a la maquinaria política y es evidente que ha dejado una consecuencia negativa, ya que indudablemente, ha cambiado la manera de pensar de los habitantes de Candelaria, Leña y Carreto. A raíz de esto, muchas familias y jóvenes de la población, que en realidad son la minoría, conservan una esperanza de cambio que comparezca por parte de los votantes y de los aspirantes para las elecciones regionales del presente año.
Tras el impacto que ha venido presentándose en el municipio por varios años, y luego de pasar por mandatos en donde cada vez las oportunidades son menos, una parte de la comunidad despierta y reclaman “OPORTUNIDAD”, porque no se puede negar que la población es una potencia en alfarería, ganadería y sobretodo su fuerte, que es la producción de bollos.
Hoy en día Candelaria cuenta con una producción de 7.000 bollos diarios, en donde es muy triste que esa utilidad la tengan que trasladar hasta la ciudad de Barranquilla, porque la economía de la misma población es tan baja que no da para que se explote dentro del territorio.
