Tan ha sido la desidia estatal, que durante estas cuatro décadas se han escuchado voces de víctimas de la devastación natural solicitando ayuda y los “oídos sordos” las han terminado de rematar en su dolor, impotencia y poca fe que les quedó.
Por: Iván Peña Ropaín.
La noche de un 13 de noviembre del año 1985, la historia de Colombia tatuó una dolorosa imagen, la cual, así pasen los años que quieran suceder, será perenne al ser considerada la tragedia natural más mortal que sacudió al país: la desaparición del pueblo de Armero, en el departamento del Tolima, producto de una impía avalancha de agua, lodo y pesadas y vastas piedras causada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz.
Este jueves 13 de noviembre de 2025, se conmemoran ya 40 años de ese triste y lacerante suceso que apagó la vida de más de 23 mil personas entre niñas, niños, jóvenes adultos y ancianos, de cerca de 25 mil habitantes que tenía esa población, la que hoy no es más que un pueblo fantasma y en el que la memoria y fe de muchos también fue extinguida por aquel despiadado fenómeno de la naturaleza. Se estimó que más de 5 mil armeritas resultaron heridos.

Luego de cuatro décadas, esa región tolimense literalmente se convirtió en un desolado paraje ataviado de frondosos árboles y matorrales, siendo a su vez un enorme “campo santo” de tumbas sembradas con inmortales cruces clavadas en la infértil tierra y cuyos maderos están marcados con sufridos epitafios y sollozos recuerdos.
También se observan casas descritas con apellidos de familias que aún luchan contra ese cruel pasado que los golpeó brutalmente, con el fin de que no se borren los nombres de quienes las habitaron hasta antes de ese fatídico 13 de noviembre de 1985 y para recalcar que la evocación de las víctimas mortales y de aquellas que tuvieron la suerte de salir con vida, a diferencia de lo que acaece con la eterna omisión del Estado, no serán olvidadas jamás.
De acuerdo a los informes suministrados a las noticias por parte de las autoridades ambientales de la época en el país, fueron 100 millones de metros cúbicos de lodo, rocas y agua, viajando entre 30 y 35 kilómetros por hora y emanando un ruido bestial, los que desaparecieron de la faz de la tierra a Armero.

Una de las escenas que dio la vuelta al mundo fue la fotografía en la que se observa el rostro de una niña con el lodo casi hasta el cuello por cerca de 60 horas y quien tristemente pereció al no poder ser rescatada, ya que a los entonces organismos de socorro se les hizo imposible llegar al lugar con maquinaria pesada por la complejidad en la que acabó el sector en el que ella se encontraba. Y esa menor fue Omaira Sánchez, cuyo retrato reposa en un mural situado en Armero y acompañado de un enorme texto en su memoria.
Incontables imágenes e historias se siguen leyendo, escuchando y viendo con el pasar del tiempo, pero una que se sigue cuestionando es el abandono del Estado durante estos 40 años para con quienes pudieron sortear a la muerte disfraza de avalancha.
Nunca recibieron el apoyo que debieron tener, y eso mismo lo han denunciando año tras años, más cuando se conmemora esta funesta fecha para Armero, el departamento del Tolima y Colombia, cuya bandera se ondeó con sentimiento en el mundo en solidaridad por esa tragedia natural que jamás se borrará y la que dejó como uno de los máximos culpables la negligencia del gobierno de la época, que al no acatar a tiempo las señales de emergencia por la alta actividad del volcán Nevado del Ruiz, permitió que fuese cercenada la existencia de vidas y de lo que fue un bello y prospero pueblo.





