La Navidad no empezó con luces. Empezó con un problema.
María quedó atrapada entre la promesa de Dios y el juicio de los hombres. Una joven virgen, en una sociedad que no perdona, teniendo que decir: “Estoy embarazada… del Espíritu Santo.” Eso no era fe bonita. Era riesgo. Era vergüenza pública. Era soledad.
Dios no entra a la historia acomodándolo todo. Entra rompiéndolo todo.
Jesús no nació para vivir. Nació para morir. Desde el pesebre, la cruz ya estaba ahí. Por eso no nació en un palacio. Nació donde hubiera espacio. Aunque fuera frágil. Aunque no estuviera listo.
Y ese establo hoy no está en Belén. Está en tu corazón. Tal vez no necesitas más decoración. Tal vez necesitas redención.
Si hoy necesitas que se haga Navidad, no pongas más luces, ni decores más tu casa. Ríndete. Entrégale tu vida a Dios. Déjale nacer en ti.
¿Y si la Navidad no fuera una fecha?
¿Y si fuera una forma de vivir?
Cuando Cristo nace en el corazón, la Navidad deja de ser tradición… y se vuelve salvación.
