Mientras otros vivían la alegría propia del evento patrimonial, los hijos de la adulta mayor mostraban el rostro de su madre desaparecida.
Por: Laura Rocco
Los hijos de Deisy Denise Duarte de Piñeiro nunca habían recorrido un desfile del Carnaval de Barranquilla, sin embargo, este año asistieron a varios eventos de la fiesta patrimonial, no cargando la alegría característica de la misma, sino llevando en sus hombros el peso de la impotencia por no encontrar a la mujer, quien desapareció el pasado sábado 11 de enero tras salir de su vivienda rumbo a la casa de una amiga, en el barrio San José, en la localidad Suroriente de la capital del Atlántico.

Deisy, de 74 años de edad y natural de Venezuela, es testigo de Jehová, esa es la razón por la que ni ella ni su familia, aunque llevan siete años en la ciudad, participan de dichas festividades; sin embargo, la angustia por el despiadado paso del tiempo desde aquel oscuro día de la desaparición llevó a sus parientes a aprovechar la asistencia masiva de los carnavaleros, con la esperanza de que los hermosos ojitos azules de la adulta mayor se quedaran plasmados en la mente y el corazón de quienes vieran sus fotos.

El domingo de Carnaval, mientras hacían el recorrido de la Gran Parada “Carlos Franco” por la carrera 21B, a sus hijos, Ginebra, David y Jonathan, se les reflejaba en la mirada el impacto de un destino tan cruel que los obligó a estar en medio de la alegría de los danzantes con un cartel en el que se veía el rostro del ser que les dio la vida, acompañado de la palabra “desaparecida” y de unos números telefónicos que seguían sin recibir la llamada bienaventurada que tanto ansiaban.

Iban encabezando el desfile, creando un contraste que aterrizaba a los asistentes en una dolorosa realidad: el jolgorio de la fiesta siempre ha sido el escape de una vida llena de dolores que, aunque sean disfrazados, siguen existiendo.

Volver a ver a Deisy, saber que estaba bien o, simplemente, comprobar si seguía viva era el motor que los impulsaba a dar cada paso bajo la inclemencia del sol, a sabiendas de que, en la inmensidad del mundo, solo el reencuentro con su madre aplacaría la angustia que llevaba casi dos meses vistiendo cada centímetro de sus cuerpos.
Al andar, imperaban en sus mentes miles de preguntas y lamentaciones; tiempo atrás Deisy comenzó a padecer problemas de pérdida de memoria y, aunque no los tenía muy avanzados, quizás, en una de esas lagunas perdió el rumbo cuando iba a casa de su amiga.

Si hubiesen estado ahí, si no la hubiesen dejado salir, si alguien la hubiese acompañado, son los puñales que los hieren diariamente, ¡más que nadie lo saben, lo piensan y lo sufren! Por ello, decidieron utilizar al Carnaval como un medio o vehículo de difusión, conscientes de que, aunque durante el desfile se posarían sobre ellos algunas miradas juzgadoras que los señalarían ignorando su calvario, serían muchas más las personas que se unirían a su causa, pensando en que, tal vez, podrían ser sus madres, tías o abuelas las que estuvieran en esa situación.

Al encontrarme con Ginebra, David y Jonathan me contaron cuán difícil les estaba siendo sufrir mientras el mundo a su alrededor reía, cuán duro era caminar sin fuerzas y buscar sin saber dónde. ¡No solo estuvieron en la Gran Parada “Carlos Franco”! También, en la Noche de Tambó, en la Plaza de la Paz, y afuera del estadio Romelio Martínez, durante los shows de Coronación de los reyes del Carnaval de Barranquilla y el Metroconcierto, entregando volantes.
“¡Dios mío! Mamá, si pudiera te diría que por favor aparezcas rápido, que aparezcas pronto, se ha invertido muchísimo tiempo y esfuerzo para poder conseguirte. Le pido a Dios que te ilumine para que pidas auxilio y puedas ser hallada más rápidamente”, expresó Ginebra entre suspiros de aflicción, al terminar de dejar sus lágrimas por las calles y carreras donde los demás bailaban.

Pese a sus incansables jornadas de búsqueda y volanteo, las llamadas y mensajes que han recibido hasta el momento solo les han hecho ir en direcciones que no los llevan a ningún lado, incluso, algunas personas cuyas vidas se han consagrado al mal, han aprovechado esta lamentable situación para intentar extorsionar a los allegados de Duarte, asegurando que la tienen en su poder y amenazando con quitarle la vida.

La actualización más triste del mundo
A quienes por cuestiones del destino lleguen a esta crónica que fue publicada el 4 de marzo de 2025, tengo el deber de contarles lo que nunca quisiera relatar: en el transcurso de la búsqueda, los hijos de Deisy recibieron la noticia del hallazgo de un cuerpo sin vida en el río Magdalena el pasado 17 de enero y, aunque conservaban en lo más profundo de sus anhelos la esperanza de que no correspondiera a su madre, solo hasta el 14 de marzo de 2025 (fecha de esta triste actualización), les confirmaron que se trataba de su progenitora.
Deisy, madre, hermosa dama de los ojos azules, cuán difícil fue ubicarte y qué triste fue tu hallazgo, ¿te hubiéramos encontrado viva si tu nombre hubiese sido otro?, ¿nos faltó protegerte en la indefensión propia de una mujer cuya memoria se desvanecía? Perdón por no haber podido darle otro final a esta historia, perdón si no hicimos lo suficiente por ti, un ser que daba amor en medio de una sociedad muchas veces bárbara. Esta escritora te recordará en cada esquina, te rememorará en cada Carnaval, pues tu foto desfiló impresa en angustia, sin saber que ya tu alma había abandonado este plano terrenal.