Tras un 2020 totalmente fuera de lo común, cerrar el año en medio del desorden y la irresponsabilidad podría ser un error fatal.
Por: Laura Rocco
“Las campanas de la iglesia están sonando, anunciando que el año viejo se va, la alegría del año nuevo viene ya, los abrazos se confunden sin cesar. Faltan cinco pa’ las doce, el año va a terminar, me voy corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá (bis)”. Oswaldo Oropeza
Las anteriores son algunas de las estrofas de la canción ‘Faltan cinco pa´ las doce’ compuesta en 1963 por el maestro venezolano Oswaldo Oropeza e interpretada por el también venezolano Néstor Zavarce, la cual alcanzó mayor popularidad gracias a la versión del cantante, compositor y músico colombiano Aníbal Velásquez, tema que se ha constituido en un himno de los países de habla hispana, escuchado especialmente el 31 de diciembre.
En Colombia, cada fin de año es una costumbre calurosa colocar el tema a las 11:55 p.m., para una vez entrado el año nuevo, salir en busca de familiares, seres queridos e incluso, vecinos, con el objetivo de abrazarlos y expresarles sus más buenos deseos.
Cada primero de enero, a las 12:00 a. m., los barrios son mares de gente ansiosa por estrechar a quienes han sido significativos en sus vidas y, en algunas ocasiones, compartir brindis y cenas de fin de año.
No obstante, hasta el último de sus días, el 2020 será muy distinto a los demás y quedará marcado en la historia de la humanidad por una pandemia que le arrebató a muchos la alegría, la salud y la vida, por lo que resultaría entendible que más de uno quisiera intentar regresar el tiempo y haber hecho el 31 de diciembre de 2019 algún ritual de fin de año que evitara todo el sufrimiento que el COVID-19 ha traído a nivel mundial.
Este año, que dejará innumerables enseñanzas, ha tenido lecciones de gran importancia, tales como las de apreciar la vida, la familia, los amigos, valorar el papel del personal médico y la necesidad de elegir buenos dirigentes.
Tan solo Colombia ya superó los 1,6 millones de contagios, la realidad se volcó para todos, muchos no pudieron continuar sus estudios, millones de trabajadores perdieron sus empleos, otros tuvieron que aprender a vivir en soledad y más de 42.620 personas han sido víctimas mortales, motivos suficientes para querer alejarse de todo aquello que pueda acercar al virus.
Ciertamente, algunas de las palabras que se han tenido que aprender este año a costa de experiencias trágicas, miedo e incertidumbre son, sin duda, autocuidado, protocolos, bioseguridad y distanciamiento, las cuales resumen perfectamente la nueva realidad; por ello, esta vez no se pueden confundir los abrazos sin cesar, ni se debe correr a dar la mano indiscriminadamente a los vecinos y a todo aquel desconocido que amablemente brinde sus parabienes.
No tendría ningún sentido un momento de alegría si puede desenfrenar en pena y dolor. Esto no significa encerrarse en la amargura y extraerse de la sociedad, sino celebrar en la distancia física y apoyarse en la tecnología que tanto ha ayudado en medio de la pandemia.
Saber que pronto iniciará un año nuevo es la señal para comprender como personas sabias y ciudadanos responsables, que los que están dentro de casa son el regalo que la vida ha brindado para sentir calor, y aún para quien esté en soledad, la existencia de aquellos que desde lejos envíen su amor, debe ser la razón para cuidarse y sacar fuerzas para luchar.
Hoy más que nunca, orden y responsabilidad son sinónimos de vida, son el deber que en gratitud por poder presenciar la llegada del 2021 no debemos abandonar por un instante de diversión.