“Sea cual sea el resultado, me estoy preparando mentalmente para asumirlo y dar la pelea”.
Hace unas semanas, publiqué un escrito sobre la llegada de los 40 años, que en mi pensar, es la edad que uno espera para poder sentirse por encima del bien y el mal.
Lo que no contemplaba es que con mis 40 llegarían otras noticias, y que el cuerpo empezaría a pasarme factura por los años vividos, por el estrés que hemos llevado, la mala alimentación y simplemente, el desgaste que ahora se hace más notorio.
Justo una semana antes de cumplirlos, me dieron una noticia que me hizo abrir los ojos y darme cuenta de lo vulnerable que somos y que nuestra vida puede cambiar en tan solo un segundo.
En un examen de rutina detectaron en uno de mis senos dos intrusas, sí, dos masitas. “Debemos realizarte una biopsia”, me dijo el ecógrafo. Al salir de la consulta, un tanto confundida y sin tener nada claro, pensé rápidamente en las posibilidades que tenía. Si era malo, entonces por fin bajaría de peso, y para el cabello me pondría un turbante o una peluca, y que era posible que me viera un poco amarilla.
Pero ya está, no le presté atención, hice una llamada para contarle a mi esposo y no me dio chance de más nada, seguí trabajando, fui a dos citas de trabajo y luego llegué a casa para arreglar mi ropa, porque al día siguiente me tocaba viajar.
Luego de tres días de haberme realizado la ecografía y de un agotamiento físico por los días duros de trabajo, estando en mi oficina empecé a contarle a una compañera lo que me había sucedido en el examen. En ese momento se me paró el corazón y sentí que el mundo se me ponía de cabeza, sentí como si estuviese colgando de una cuerda, en donde solo tienes el 50% de probabilidad de salvarte y el otro 50% de caer.
Es allí donde reacciono y recuerdo la cara del doctor viendo el monitor con un poco de preocupación y tomando medidas en un silencio infinito. Vuelvo en mí y empiezo a llorar, sentí muchísimo miedo y ya no pensaba en mi peso o en mi pelo, sino en mis hijos, mi familia y mi vida. “Ellos aún me necesitan”, pensaba.
Mi compañera, sin saber qué hacer, me dice que me calme e intenta poner en orden las ideas. Me preguntó si ya había pedido cita con ginecología y es en ese momento cuando empiezo a actuar. Gracias a Dios conseguí una cita, ese mismo día en la tarde.
Mi esposo me acompañó y antes de entrar al consultorio me quebranté y volví a llorar, pensaba en lo que me podían decir, pero él me calmó y me dijo que estuviera tranquila, que a mí todo me salía bien, pero, y si esta vez, no, ¿qué iba a hacer?
La ginecóloga revisó los exámenes y como es costumbre en mi vida, me regañó por el sobrepeso. Hice los mismos compromisos de cuidarme y de bajar de peso. Al día siguiente, pedí la cita para la biopsia y justo me la asignaron para el día después de mi cumpleaños. Duré un año hablando de cómo quería que fuese este día y ahora se vería empañado por la preocupación de lo que pasaría al día siguiente. Ya había dicho qué quería y cómo lo quería, había hecho lista de deseos y todo; normalmente celebro el cumple de todos, este año quería que el mío fuera inolvidable.
Faltando un día para el cumple y dos para la biopsia, tuve el peor episodio de ansiedad que he podido sentir en mi vida. Siempre había escuchado de los ataques de pánico y que era un dolor o sensación del que incluso, podías morir.
La preocupación por las intrusas que llegaron a mi cuerpo disparó justo mi sistema nervioso, haciendo un ataque frontal a mi cuerpo, afectando los sentidos y llevándome directo a la clínica para descartar un infarto. Es allí cuando pienso en lo poderosa que es la mente y todo lo que genera, no sé si con el fin de un “time out”, o para ser consciente del daño que pueden hacerme mis pensamientos y mis cargas mentales.
Una vez resuelto el tema de la clínica y de un coctel de medicamentos que me dejaron dopada por un día, volví en mí para enfrentar la situación que estaba viviendo y ponerle, literalmente, el pecho a la fuerte brisa.
Gracias Dios, sea cual sea el resultado, me estoy preparando mentalmente para asumirlo y dar la pelea. En caso de que sea bueno, confirmaré que mis 40 han venido no solo a darme el poder de estar por encima del bien y el mal.
Si por el contrario, es el otro 50%, les cuento que he tenido una red de apoyo maravillosa que no sólo ora por mí todos los días, sino que me hace sentir el ser más importante para ellos y que vale la pena seguir luchando y superando las pruebas que nos depara la vida, con mucha fe y amor.
A esta red (familia, amigos y compañeros de trabajo), gracias, gracias.
Catarsis: El Blog de La Queen