En esta dura pandemia, todos, sin excepción, hemos tenido y hemos perdido a un amigo Víctor.
Por: Sergio García
El COVID-19 se dedicó a tocar nuestras puertas cercanas y a arrebatarnos a diario a seres queridos. Mi amigo ‘Víctor’ es Fabián, es Ancizar, es Magaly, Estelio, Rubén, William, Martha, Andrés, Miguel, Chacha, Ina y un número incontable de víctimas a quienes la vida les cambió en un segundo, a quienes el contagio les hizo firmar, sin su consentimiento, un acta de muerte.
Nuestros seres amados están perdiendo la disputa contra el virus, en medio de la soledad, sin una mano a su lado que les fortalezca y que los motive. La partida final es aun más deprimente, íngrima, en solitario, sin que podamos despedir con todos los honores a nuestros guerreros que toda una vida batallaron y que en tan solo 30 días, el Coronavirus los derrumbó y los hizo marcharse para siempre con las heridas de guerra en sus cuerpos.
“Ojalá pudiera devolver el tiempo”
El viernes 15 de mayo, siendo las 7:00 de la noche, Beatry, mi esposa, llegó a casa sumida en un llanto desconsolado. “Se murió Víctor”, me dijo.
A pesar de ser conscientes que nuestro amigo acumulaba 30 días de hospitalización, todos estábamos aferrados a la última luz de esperanza.

Mi amigo Víctor murió en la Cartagena que lo vio nacer y crecer. Su apellido era Cerdeño y por muchos años se desempeñó como ejecutivo comercial de la empresa Ditar.
Por el confinamiento de año y medio, Víctor se convirtió en el único amigo de Eva Luna, nuestra hija de 4 años. Los constantes mensajes de voz y las sonoras carcajadas entre Beatry y Víctor por temas laborales, llenaban de alegría los días grises de nuestro encierro. Cada vez que Eva Luna escuchaba su voz decía: ¿ese es mi amigo Victor?.
Y fue nuestra pequeña e ingenua niña la que entregó un alivio con sus palabras al ver las lágrimas correr: “mami no llores, mi amigo Víctor está con papá Dios”.
Víctor iluminaba todo donde llegaba, era la alegría, hasta en los momentos más difíciles; era amoroso, tierno, entregado. Éramos su familia, con nosotros era feliz, irradiaba todo lo bueno y guardaba silencio con tal de no afectar a nadie.
Con su partida se fueron sus anécdotas, su acento y su golpe cartagenero al hablar, al igual que sus comentarios y aportes de imágenes en las redes sociales de Impacto News. Con mi amigo Víctor también se fue Fabián Castro, dos pérdidas dolorosas, en menos de 48 horas, para la familia empresarial Ditar y para todos los que tuvimos el privilegio de ser sus amigos.
¿Cuántas víctimas más tenemos que poner para frenar este holocausto? ¿Hasta cuándo seremos castigados sin misericordia por el COVID-19? Solo nos queda cuidarnos al máximo, bajarnos el tapabocas lo menos posible al salir de casa, encomendarnos a Dios y que se haga su voluntad.
Que en paz descanse, mi amigo Victor.