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La paradoja de la educación virtual: Sandra cede su internet para que los niños accedan a clases

Por: Rania Angarita.

Soy Rania Angarita, una joven que sueña con una educación transformadora e igualitaria para mi municipio, Santo Tomas, Atlántico; una educación que posibilite cambios que lleven a una sociedad a ser cada vez más justa e incluyente.

‘Que florezca el futuro de Roble Amarillo’

Para nadie es un secreto que la educación ha sido uno de los sectores más golpeados con la llegada del COVID-19, y que los estudiantes, particularmente los pertenecientes a los estratos más bajos, han sido quienes más se han visto afectados, pues no cuentan con los recursos necesarios para proveerse de las herramientas tecnológicas que la educación bajo esta pandemia requiere.

Nuestro municipio, Santo Tomás, ubicado en la banda oriental del departamento, no ha sido ajeno a esta situación. Día a día, vemos cómo algunos niños han tenido que desertar definitivamente de la escuela, otros se conectan de forma intermitente a clases, cuando la solidaridad de algún buen vecino los asiste; y muchos otros, a pesar de sus ganas de aprender, no han tenido la más mínima posibilidad de arrimarse a una educación formal.

El problema es inmenso, pero con el convencimiento de que el conjunto de pequeñas acciones solucionan grandes problemas, he decidido empezar aportando un granito de arena al gran propósito de cerrar esas brechas que impiden que nuestros niños se eduquen.

Situación actual de la educación en Santo Tomás

El caso puntual es el del barrio conocido como Roble Amarillo, ubicado a las afueras de Santo Tomás, en el que viven alrededor de 170 niños con dificultades para acceder a sus clases virtuales, pues no cuentan con servicio de internet, computadores o tabletas que les permitan poder asistir virtualmente a sus clases, así como tampoco impresoras, para llevar a sus casas los documentos impresos que les permitan el repaso de las actividades diarias. 

En resumidas cuentas, no tienen maneras justas de garantizar el curso de su año escolar. Por eso, con este proyecto, queremos vincular a la mayor cantidad de personas posibles, para que a través de su conciencia ciudadana, traducida en ayudas, Roble Amarillo no solo florezca en primavera, sino siempre. 

Ayúdame a hacer realidad el sueño de 170 niños que esperan por tu ayuda para poder recibir la educación que tanto añoran.  

¿Y qué tal que si la cura del cáncer estuviera atrapada en la mente de alguno de estos niños que no tiene acceso a la educación? ¿Nos lo perdonaríamos como sociedad?

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