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Gunter Kook, amigo de las mascotas, en la vida y en la muerte

Por: Laura Rocco.

El amor hacia los animales es un sentimiento cuya veracidad se demuestra en el nivel de cuidado que les brindemos, siendo este un compromiso eterno, que conlleva a la responsabilidad de velar por su bienestar, desde el instante en que llegan a nuestras vidas, hasta el momento en que les toca partir, y más allá.

Gunter Kook Olivella, capellán ambiental en Barranquilla y director de la fundación Pet Aid Colombia, está convencido de ello; por eso, es uno de los hombres más solicitados en la ciudad, cuando de ayudar a un animal vivo, o darle sepultura a uno muerto, se trata.

Desde pequeño estuvo acostumbrado a convivir con mascotas, es de ascendencia alemana y ha vivido en otros países como Estados Unidos. Su estadía en el país de América del Norte, le llevó a conocer algo que en Colombia no encontró: “la cultura de la caridad animal”, por ello y apoyado en sus facultades como capellán ambiental de la Iglesia Presbiteriana Reformada de Colombia se ha visto en la labor de multiplicar sus esfuerzos y concientizar a más personas sobre su valor.

“Los animales socorridos son atendidos con donaciones del exterior, en Colombia lamentablemente no hay un hábito de donar a fundaciones animales. A veces los encontramos anémicos, llenos de garrapatas, en estados muy deprorables e incluso, con tumores de mama, y cuando ha sido necesario yo mismo he costeado sus idas al veterinario y sus operaciones”.

35 perros en casa y cientos de hijos más en la calle

Gunter dice no ser capaz de ver a un animal en la calle que necesite de su ayuda y no socorrerlo, no puede entender cuánta maldad debe haber en una persona para abandonar a una criatura indefensa en la mitad de una carretera. Por eso, hoy tiene 35 perros en su casa, incluso algunos son PPP, perros potencialmente peligrosos, que gozan de caniles dignos (habitáculos o jaulas especialmente diseñadas), los cuales cuentan con techo, agua y comida.

“Yo voy a las calles y los busco, no soy capaz de ver un animalito que necesite ser rescatado y dejarlo allí sabiendo que su vida peligra”. Además, Gunter vela por el bienestar de muchas otros animales que aunque no viven con él, reciben alimentos y atención oportuna.

En la vida y en la muerte

Amar a una mascota no sólo consiste en darle una buena vida, también integra darles una muerte y una sepultura digna. Es por esto que Gunter no solo se preocupa por los pequeños que necesitan ser rescatados y cuidados, también siente que se le destroza el alma cuando ve a uno de estos sin vida, arrojados en cualquier lugar, como si no valieran nada aquellos cuerpos que alguna vez tuvieron calor.

“Los animales no son basura”, afrma Kook lleno de impotencia al pensar en quienes ignoran que incluso la muerte merece respeto. Por eso, él va más allá, y recoge a los que han fallecido para darles sepultura.

“Cuando veo un animal muerto me duele y lo entierro, ellos lo merecen, los animales deben tener un trato digno, hasta en su muerte”.

Todos los animales tienen quien los llore

Gunter ha socorrido múltiples llamados de familias a las que se las han muerto sus mascotas. Sus obras lo han dado a conocer como quien entiende el dolor de la muerte de los animales y es capaz de acompañar a quienes los amaron a darles su último adiós.

“Lo que hago es prácticamente un entierro normal, donde ellos se despiden de la mascota y brindo una oración por las personas que están en ese momento doloroso y necesitan de mi apoyo psicológico, religioso y moral”.

No obstante, Gunter considera que no solo los animales que tuvieron un hogar tienen derecho a un entierro digno, pues para él todos tienen dolientes, desde la más afortunada mascota, hasta la más triste y abandonada criatura callejera de la que la vida nunca se compadeció.

Para este capellán, el sentido de esta filosofía de vida consiste en que quien pertenezca a una fundación, se considere animalista o se haga llamar amante de los animales, debe dolerle que a cualquiera de ellos se les haga daño y se les deseche como algo que nunca importó.

CAI San José, un llamado de auxilio

Muchas personas se comunicaron con Gunter el día del atentado al CAI San José de Barranquilla en enero de 2018. Al enterarse que dos canes fallecieron en la explosión, acudieron a él para que se asegurara de que no fuesen botados.

“Reclamé los cuerpos en el CTI para darles una sepultura digna con la colaboración de la Policía Ambiental y los carabineros”. Aunque un tercer can sobrevivió a la explosión, la muerte de los perros se convirtó en uno de los delitos imputados a los responsables del siniestro, por atentar contra la vida e integridad emocional de los animales.

“Esos animalitos merecían respeto no solo porque tenían ese derecho, sino tambien porque ellos acompañaban a los policias en esos momentos y eran amados por las personas de la comunidad”.

Al sepultar un animal la esencia vuelve a su naturaleza

Para este amante de los animales, sepultarlos es un acto necesario que honra su existencia, aunque muchos no sean capaces de hacerlo y no compartan su iniciatva.

“Recogerlos y enterrarlos no está prohibido, con tal que no invadas un lugar privado”.

Gunter se cerciora de sepultar a los animales a una profundidad adecuada. En el caso de los perros, a 80 centímetros, luego cubre sus tumbas con cal para que ningún roedor llegue a perturbar sus lechos.

Además, cuenta que su labor lejos de ser errónea, devuelve a la tierra la vida que una vez perteneció a ella. “Yo les planto un arbolito arriba para que crezca. Ese mismo animal cuando se vaya descomponiendo le va a dar vida a las plantas y la misma esencia volverá nuevamente a su naturaleza”.

Y es así como la vida termina en muerte y la muerte se convierte en vida, pero sin importar cual de estas dos sea la realidad de los animales. Para Gunter Kook, cualquiera de ellas merece un trato noble, sin importar raza ni especie.

Tomado de: Dog Model Bienestar Animal

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